Hoy abro como siempre uno de mis cuadernos al azar y transcribo lo que he escrito:
Perdón, Señor, por las veces que he escuchado el Evangelio como una Palabra sabida y no la he puesto en práctica por falta de silencio y de escucha.
Perdón, Señor, por todas las veces que la Palabra, que eres Tú mismo, no la he dejado encarnarse en mí.
Perdón, Señor, por las veces que no he permanecido en la confianza contigo y con los hermanos.
Perdón, Señor, por las veces que no he acogido la inseguridad en el trabajo y me he angustiado.
Perdón, Señor, por las veces que mi vida no ha sido un reflejo tuyo por mi egoísmo y falta de amor.
Perdón, Señor, por las veces que no he acogido la Palabra de vida que me daba el Señor ese día y me ha faltado esperanza.
Perdón, Señor, por las veces que no me he metido en el pellejo del otro y he sido dura.
Por esto y por todo lo que he dejado de hacer por tu reino y por los hermanos, perdón, Señor. 1995
Nuestros límites y nuestros fallos son siempre una ocasión de crecimiento, de mirar hacia adelante porque hay UN PADRE, con entrañas de MADRE, QUE SALE SIEMPRE AL ENCUENTRO CON MUCHA, CON INMENSA ALEGRÍA.
LAS DOS PALABRAS QUE MÁS ME HAN MARCADO EN MI VIDA HAN SIDO: ¡GRACIAS! Y ¡PERDÓN! QUIZÁS POR ESO AHORA VIVO DESDE LA ACCIÓN DE GRACIAS Y ESCOJO CADA DÍA SEGUIR TRATANDO DE SER VIVA MEMORIA DE SU AMOR.
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