hablando con una amiga me ha recordado la necesidad que tenemos de ser escuchadas y de compartir nuestras experiencias.
He recordado una:
Estando en África, venían a casa muchas personas. No era costumbre preguntar a lo que venían. Podían pasar la semana tranquilamente y al final, dependía, te decía si querían, el motivo de la visita. Como vivía sola y única extranjera entre africanas, y subrayo sola, porque fueron unos cuantos años en que no pude comunicarme en profundidad con casi nadie. -¡Lo hacía con el Señor! No como sucedáneo, sino como relación interpersonal. (¡Y siempre me había relacionado sin problema!) Entonces Él era mi descanso y mi fortaleza. ¡Fue una realidad muy vital!
El hecho es que nos sentábamos a acoger al visitante -umutegetsi-, creo que se decía así a la invitada (generalmente MUJER; ¡llevaban el peso de la familia!). Y no sabíamos nunca a qué hora nos levantaríamos del mini taburete de madera, duro como una piedra, que se me clavaba en las piernas y la espalda veía las estrellas por no tener donde apoyarse tantas horas!
Al cabo de los años, después de pasar unos veinte sin pronunciar el nombre de África sin que me afectara emocionalmente, aún habiendo tenido ayuda psicológica. Y pidiendo al que es Mayor que nosotros mismos la luz que me enseñara qué podía aprender de ello, comprendí muy dentro de mí, ahí donde hay mucha luz, que era importante, muy importante, muy importante, la ACOGIDA, LA ESCUCHA, EL CARIÑO Y LA CERCANÍA EN ESTA SOCIEDAD TAN INHUMANA MUCHAS VECES.
Y DECIDÍ SER TESTIGO DE LA ACOGIDA QUE VIVÍ EN ÁFRICA, EN ESTE PRIMER MUNDO LLAMADO EN CONCRETO ESPAÑA.
LO VÍ CON TANTA LUZ QUE HASTA HOY SIGUE VIVA ESA LLAMADA, ESA LUZ, ESA TAREA...
¡GRACIAS A LA VIDA QUE ME HA DADO TANTO! Y A TI QUE ME LEES.
Un fuerte abrazo
Un fuerte abrazo
DE UNA MUJER
fotografías: DE UNA MUJER.
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